Escuchar a mi corazón

01/10/2016

Lucía Romero

Al terminar la carrera trabajé varios años en el ámbito social interviniendo en proyectos maravillosos con mujeres inmigrantes y en programas educativos con niños y adolescentes en riesgo de exclusión, donde aprendí y crecí mucho. Sin embargo, mi trayectoria iba poco a poco alejándome de la intervención directa con las personas, del contacto con ellas, con sus miradas y la posibilidad de escuchar sus historias. Sabía que mi trabajo les llegaba, pero algo en mi interior me decía que no era eso para lo que yo había decidido ser psicóloga.

Fue por amor como tome la decisión de dejar aquel trabajo y buscar otro camino. Quizás mi corazón, empoderado por el enamoramiento, cogió fuerzas y se hizo oír.

Empecé entonces a pensar en poner mi propia consulta, pero mis miedos gritaban más fuerte y, como en más de una ocasión, pensé «no estoy capacitada para ello». Así que me puse a buscar una formación que pudiera darme las herramientas, técnicas o conocimientos que yo creía que me faltaban. Como las casualidades no existen, diré que el destino hizo que por aquel entonces retomara el contacto con una gran amiga que por primera vez venía a Cantabria. Fue ella quien me habló de Galene y su Máster en Psicoterapia Humanista Integrativa.

Recuerdo la sensación al leer el programa. Mi cabeza me decía que era mucho dinero, mucho tiempo y mucho trabajo, pero mi corazón estaba emocionado, era tal cual lo que yo había buscado.

Así que, cerré los ojos y me lancé. Y así comenzó la aventura. Los primeros módulos y las evaluaciones; las tareas, las películas y las prácticas por Skype con mis compañeras que, en aquel momento, eran unas perfectas desconocidas. Coger un tren a Madrid con los nervios del primer presencial. Las expectativas. Poner cara y voz a las fotos de la plataforma y compartir las primeras sonrisas y lágrimas de las muchas que estarían por llegar.

Es maravilloso como poco a poco, todo aquello se iba convirtiendo en familiar. Aquel camino, aquel lugar, aquella sala y, especialmente, aquellas personas. Dices cosas que nunca antes te habías permitido, escuchas confesiones que nunca antes habían visto la luz y lloras las lágrimas de otros. Golpes que asustan, gritos que estremecen, risas que contagian y abrazos que se funden.

Con el paso de los módulos, los presenciales y los convivenciales, no sólo nuestros conocimientos iban creciendo, sino la confianza, la ilusión y la seguridad. Ver, no sólo tus pasos, sino los de tus compañeras y compañeros es enorgullecedor.

Y cuando menos te lo esperas llega el final. Las prisas, los cierres, el computo de horas… Buitrago. De algún modo, todo converge allí. En Buitrago se cierra el ciclo, todo cobra sentido y por fin fluye. Fue allí donde yo encontré aquello que tanto buscaba. No eran herramientas, técnicas o conocimientos lo que me hubieran hecho faltan dos años antes. Era confianza y seguridad. Se trataba de escuchar y confiar en mi corazón, CREER EN MI.

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1 respuesta

  1. Susana Hortigüela Rey dice:

    Me ha gustado mucho leerte y escuchar a ese corazón brillar. Ni mas ni menos que decirte que también lo distes. Gracias Lucia.

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