El escenario primario

01/02/2016

jose zurita

José Zurita

En el curso de un proceso psicoterapéutico, acompañamos a nuestro paciente en un camino que va construyendo. Le seguimos siempre un paso por detrás, para que sólo él o ella sea quien toma las decisiones. Nuestro deber profesional es darle seguridad en su progreso, animarle si lo necesita, mostrarle lo aprendido en nuestras experiencias previas, poner todo nuestro “yo” a su servicio para que cumpla sus objetivos terapéuticos.

La parte que considero más importante en esta ayuda es la protección del paciente y de su proceso. Éste necesita sentirse tan seguro, tan querido, tan protegido como para que, al ir de nuestra mano, se atreva a enfrentarse a sus demonios más aterradores y… pueda vencerles. De hecho, lo que vemos en los pacientes cuando inician su psicoterapia es que, hasta ese momento, su vida ha estado mediatizada por la difícil gestión de ese miedo profundo a sus demonios, es decir, a sus propios conflictos.

Comienza la psicoterapia y debemos iniciar la construcción de esa Relación Terapéutica tan especial que permita lograr lo que, hasta ahora, había sido imposible o en el mejor de los casos insuficiente: resolver los conflictos que quedaron abiertos en el pasado.

En mi experiencia trabajando con pacientes en psicoterapia por casi treinta años, he acompañado a muchos pacientes a resolver sus conflictos mientras crecían y maduraban personalmente haciendo de sus vidas algo bonito de lo que sentirse orgulloso. En la inmensa mayoría, por no decir en todos los casos, los conflictos más importantes eran los primarios. Aquellos que se generaron en los primeros años de vida, sobre todo en los tres primeros.

Lo que pase después de esos tres primeros años será importante, por supuesto. Sobre todo aquellos acontecimientos traumáticos que se vivan sin el reconfortamiento afectivo necesario de las figuras de apego. Mi idea es que la percepción de lo que se vive en la vida después de ese periodo está filtrada por lo aprendido y todo lo vivido y sentido en esa primera etapa.

Vamos a situarnos entonces en los primeros momentos de vida de la persona, y podremos entender que el recién nacido tiene unas necesidades muy claras para sobrevivir. Necesita a su mamá o sustituto/a para que le alimente, le cuide, le proteja, le asegure que no le va a faltar nada, … Todo lo que el bebé necesita se resume en AMOR. Un amor parental que le aporte con seguridad todo lo que necesita para vivir. Según pasan los años de experiencia profesional, voy constatando que lo más importante para la vida de una persona y para su salud integral (física, psíquica, emocional, social y espiritual) es el AMOR PARENTAL incondicional ofrecido por sus figuras parentales en esos tres primeros años de vida. Y aquí incluyo el periodo de gestación.

El bebé no tiene maduro su Sistema Nervioso Central, ni desarrolladas muchas de las capacidades y habilidades que tendrá en su etapa adulta. De esas deficiencias de desarrollo voy a remarcar dos que me parecen fundamentales para lo que nos ocupa.

  • El recién nacido es un ser ATEMPORAL, es decir, no tiene percepción del pasado ni del futuro. Sólo vive el instante presente, por lo que la vivencia de una carencia se le antoja como eterna hasta que se sacia su necesidad. Si no ha comido siente que se muere de hambre. Si está solo se puede sentir abandonado para siempre. Y así puede procesar el resto de sus vivencias.
  • El AMOR Parental que el bebé recibe le llega a través de la sensopercepción. A través de la piel, del contacto piel con piel. Y, en su defecto, a través del contacto corporal de sus figuras parentales por encima de la ropa. También percibe información que llegará a través de otras vías sensitivas sutiles: emociones, vibraciones, energías,… y todo lo que aglutina el término “comunicación no verbal”.

Volviendo al escenario primario, nuestro o nuestra protagonista se encuentra entonces rodeado de una serie de personajes, representados fundamentalmente por Papá y Mamá, que interactúan entre sí y con él o ella. Lo hacen lo mejor que saben, le ofrecen lo que tienen, y lo que no poseen no podrán dárselo a su hijo.

Durante la mayor parte de ese tiempo, el niño va a recibir toda la información trascendental de la vida y de quién es él o ella a través de la comunicación no verbal. Los niños pequeños se convierten en verdaderos expertos en la captación de información. Con ella construyen su personalidad y su propia visión del mundo, a su escala por supuesto.

Las directrices de lo que será su vida, resumidas en lo que Eric Berne definió como “Guión de Vida”, serán incorporadas en ese tiempo y en el escenario primario. Ahí se fraguará el esquema nuclear del guion de vida (el tronco principal y las grandes ramas del árbol); más adelante se irán perfilando los detalles (las ramas secundarias y pequeñas, y las hojas del árbol). Si no se produce una resolución del guión de vida (ya sea a través de una psicoterapia profunda o por algún acontecimiento cercano a la muerte), la persona seguirá repitiendo su guión de vida (el esquema nuclear representado por el tronco y las principales ramas) aunque vayan cambiando situaciones, personajes y otros detalles (ramitas y hojas), dando la apariencia de que todo es distinto, pero que irremediablemente pasa lo mismo (lo importante) una y otra vez.

Por todo esto, si eres terapeuta te sugiero que no te olvides de explorar el escenario primario de tus pacientes; y si no lo eres y ves que en tu vida se repiten una y otra vez ciertos acontecimientos y, sobre todo, determinados sentires o estados emocionales no demasiado agradables, te animo a comenzar un proceso de psicoterapia personal.

José Zurita

 

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2 Respuestas

  1. Macarena Chias dice:

    Muchas gracias por tu aportación,

  2. LUCELLY GUARIN S. dice:

    Excelentes articulos, independientemente del profesiobnal o persona que los aprecie, son de gran valia por cuanto logran inquietar, ampliar o motivar a la investigacion de quienes los leasn. Gracias

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