El cuerpo como fuente de información y recurso en el proceso terapéutico

01/10/2016

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 Instituto Galene, Madrid, Mayo de 2016

Resumen: El propósito del presente trabajo es mostrar la estrecha relación existente entre lo psicológico y lo físico. A partir de las ideas, estudios y observaciones de diferentes profesionales de la salud (médicos, psicoterapeutas, psiquiatras) en torno al componente psicológico en las enfermedades físicas, de las observaciones que he realizado en mi práctica como psicoterapeuta con dos pacientes y los cambios observados a lo largo de mi proceso personal, se muestra esta estrecha interrelación. Los resultados obtenidos parecen indicar que la mayor salud psicológica se refleja en una mayor salud física. De ahí, la necesidad de los profesionales de la salud de contemplar al ser humano desde un punto de vista holístico e integrador, de tal manera que el tratamiento resulte lo más completo posible.

Palabras clave: psicoterapia holística, psicosomática, enfermedad, polaridad

Abstract: This work’s intention is to show the relationship between psychological and physical aspects. Based on the ideas, studys and observations of different health professionals (doctors, psychotherapists, psychiatrists) focusing on the psychological component in illness, as well as on my own observations both as a psychotherapist and a patient, this work provides clinical evidence of this relationship. The results seem to indicate that psychological well-being strongly affects physical well-being. Hence the need to carry out a holistic and integrative treatment, in order to promote a more complete therapy.

Keywords: holistic psychotherapy, psychosomatic, illness, polarity

INTRODUCCIÓN

Diferentes puntos de vista: el paciente como mente, el paciente como cuerpo y el paciente como ser multidimensional

En el presente artículo abordaré el tema de la estrecha relación que existe entre lo psicológico y lo físico, mostrando cómo podemos utilizar el cuerpo y sus síntomas como fuente de información y recurso terapéutico. Al igual que sucede en muchos otros ámbitos, también se produce una polarización en Psicoterapia. En un extremo del continuo se encuentran las terapias que ven al ser humano fundamentalmente como una mente, centrándose en los aspectos más cognitivos y verbales y, en el otro extremo se encuentran las terapias que trabajan exclusivamente a nivel corporal. Sin embargo, a lo largo de este continuo encontramos numerosos enfoques en Psicoterapia que trabajan desde una perspectiva holística, a todos los niveles de funcionamiento de las personas. En el presente trabajo abordaré la importancia de incluir el cuerpo en el proceso terapéutico, partiendo del enfoque Humanista Integrativo por ser uno de los enfoques que incluye el cuerpo en el proceso terapéutico y desde el que se abordan también los demás niveles de funcionamiento de la persona: emociones, cogniciones, conductas y espiritualidad. No obstante, recurriré a aportaciones de diferentes corrientes y trabajos que no necesariamente están contemplados de manera específica en el enfoque Humanista.

Integrativo. El objetivo del presente trabajo es transmitir cómo podemos utilizar el cuerpo como fuente de información en psicoterapia y cómo podemos trabajar con los síntomas que éste manifiesta. Para ello, se abandonará la visión dualista cartesiana que separa mente y cuerpo.

Influencias culturales: en busca de una visión holística de la enfermedad

Resulta necesario, además de abandonar el dualismo cartesiano, flexibilizar la visión occidental de las enfermedades y adoptar un punto de vista menos polarizado. Mientras que la medicina occidental se ocupa principalmente de los síntomas y de buscar remedios para luchar contra ellos, las corrientes en Psicoterapia que ponen el foco de atención en la interrelación cuerpo-mente analizan los síntomas corporales como parte del todo que es el ser humano. Al adoptar este punto de vista, no se trata de negar los importantes avances que se han producido gracias a la medicina occidental, ni tampoco de prescindir de ella, sino de complementar este abordaje de las enfermedades físicas con un abordaje holístico que incluya lo psicológico en la ecuación. Se trata de una tarea compleja, debido a la predominancia del modelo médico en nuestra sociedad.

Una dificultad añadida, es que en la sociedad occidental la educación está polarizada fundamentalmente hacia lo racional. No existe una educación integral que permita el desarrollo de las personas en todos sus niveles. Naranjo (en prensa) defiende que somos seres tricerebrados (Naranjo, 2003). Habría tres cerebros (incluidos en el encéfalo pero con conexiones a diferentes partes del cuerpo)

íntimamente relacionados con las funciones instintivas, las funciones emocionales y las funciones intelectuales, respectivamente. Según Naranjo (2003), es necesario armonizar estas tres partes. Sin embargo, el cerebro más reciente y más neocortical, que se ocupa de las funciones racionales e intelectuales, se ha ido imponiendo cada vez más en nuestra sociedad (Naranjo, 2003).

Este énfasis en lo racional, unido al frenético ritmo de vida y a la búsqueda de soluciones a corto plazo, conlleva una falta de atención a lo corporal y emocional y una tendencia a buscar remedios que permitan continuar siendo productivos, sin una reflexión a cerca de los motivos de la aparición de determinados síntomas en un preciso momento de la vida. En las ideas de Claudio Naranjo, Adriana Schnake y David Grand, entre otros, encontramos una idea estrechamente relacionada con esta falta de atención y escucha del cuerpo. Estos autores consideran que existe una tendencia a la desconfianza en la evolución y en la capacidad de nuestros cuerpos de mantenerse sanos (véase, por ejemplo, Grand, 2016; Naranjo, 2011; Schnake, 2008).

Claudio Naranjo (2011) basa esta idea en la observación de que desde nuestra gestación estamos expuestos a una excesiva intervención humana, al imponerse el parto tecnológico y llegar al mundo con la filosofía de que la naturaleza debe ser dominada con nuestra técnica. Otro ejemplo de esta falta de confianza en la naturaleza lo encuentra Naranjo en la educación, la cual no apoya la inquietud natural del niño y tampoco tiene la felicidad como un fin (Naranjo, 2003).

Adriana Schnake (2008) parte de una premisa similar al invitarnos, por ejemplo, a que “no olvidemos la otra publicidad, esa que está siempre dirigida a vender uno u otro producto para atacar o prevenir un supuesto mal” (p.142). Continúa diciendo: “En este caso, no es fácil poder escuchar el verdadero lenguaje del cuerpo. Tenemos que crear espacios para que eso ocurra” (p.142). Esta idea de Schnake parece indicar que al estar constantemente expuestos a publicidad que muestra amenazas, acabamos desconfiando de la sabiduría de nuestro propio cuerpo para avisarnos cuando algo no está funcionando correctamente.

David Grand (2016), por su parte, aplica esta idea de la falta de confianza en la naturaleza, para realizar una crítica de las psicoterapias convencionales que tienden a obviar la capacidad autorreguladora de las estructuras subcorticales y buscan dotar al paciente de técnicas que le permitan ejercer un control voluntario sobre sus síntomas desagradables. Según Grand (2016), las técnicas centradas en enseñar a los pacientes a regularse de manera voluntaria son menos efectivas y menos potentes que aquellas que buscan fomentar una confianza en los procesos autónomos del cuerpo. Esto se debe a la existencia de un número mayor de axones que van desde el subcórtex a la corteza cerebral que a la inversa. En esta línea, menciona un estudio que realizó, en el que la ausencia de intento de controlar la respiración en personas en un estado de sobreactivación simpática provocó mejores resultados que las técnicas centradas en ejercer un control voluntario sobre la respiración (Grand, 2016). Grand (2016) relaciona estos resultados con el hecho de que la regulación de las variables fisiológicas (como el nivel de CO2) a las que afecta la respiración, se realiza desde el subcórtex, de manera instintiva y cuando se trata de controlar de forma voluntaria, es el neocórtex el que toma el control. En otras palabras y relacionándolo con las ideas de Naranjo y Schnake: la desconfianza en la sabiduría del cuerpo y los intentos por controlar algo que ocurre de manera intuitiva e instintiva provocan frecuentemente resultados contrarios al objetivo que se persigue en terapia.

A pesar de estas dificultades, poco a poco se va otorgando más importancia a la interdependencia de lo mental y lo físico, incluso en el ámbito médico. Encontramos diversos ejemplos que indican esta tendencia hacia una medicina más integrativa. Los efectos del estrés en el organismo, por ejemplo, han sido ampliamente estudiados. La comunidad médica reconoce que el estrés puede provocar úlceras, enfermedades cardíacas, diabetes, trastornos digestivos, trastornos endocrinos, trastornos del sistema inmunológico y muchas otras afecciones físicas. Desde un punto de vista fisiológico, se puede encontrar una explicación de estos problemas en el funcionamiento del eje hipotalámico-hipofisiario-adrenal. Ante una amenaza, se activa el sistema límbico y la amígdala manda señales de alarma al hipotálamo. Cuando el funcionamiento de este eje es adecuado, la respuesta de estrés, que está mediada por estos dos sistemas, termina al desaparecer la amenaza, permitiendo que el organismo vuelva a su estado de homeostasis. Sin embargo, cuando la amenaza o la percepción de amenaza se mantienen, no se puede producir este retorno a la homeostasis (Rothschild, 2015).

La no regulación de la liberación de adrenalina, noradrenalina y cortisol provoca consecuencias físicas dañinas. También se reconoce desde la comunidad médica la relación que tiene el estrés con los hábitos de vida y la gestión de las emociones.

En esta línea, los cardiólogos Rosenman y Friedman (1959) relacionaron el patrón de conducta tipo A, cuyas características en el extremo patológico incluyen hostilidad, competitividad, impulsividad, autoritarismo, metas rígidas y necesidad de control, con una mayor probabilidad de desarrollar cardiopatías.

El patrón de conducta tipo C, cuyas características en el extremo patológico incluyen inhibición o supresión de emociones negativas, bajos niveles de asertividad y hostilidad y altos niveles de ansiedad, preocupación y sumisión, fue relacionado por Morris y Greer (1980) con una mayor probabilidad de padecer cáncer y por Traue y Pennebaker (1993) con una mayor probabilidad de padecer enfermedades crónicas. No obstante, la tendencia de la medicina alopática sigue siendo detectar los síntomas y recetar remedios que controlen, disminuyan o eliminen dichos síntomas.

A pesar de que esta polarización que vemos en la medicina occidental también la encontramos en el ámbito de la psicoterapia, existen múltiples enfoques y autores que hacen hincapié en la importancia de trabajar con todas las dimensiones. Así, Rüdiger Dahlke y Thorwald Dethlefsen (1989) expresan la necesidad de incluir en las terapias un abordaje psicosomático en el que se atienda al cuerpo como un escenario en el que se actúan los conflictos psicológicos cuando no han sido resueltos adecuadamente en un nivel consciente. Sus ideas se basan en la observación de que no todas las personas son igualmente propensas a enfermar y que la mayor o menor propensión depende, en gran medida, del bienestar psicológico. Además, Dahlke (2015) hace hincapié en la importancia de una alimentación saludable y completa como una de las variables fundamentales para garantizar la salud y el bienestar de las personas. Este autor aporta múltiples ejemplos de enfermedades y su posible significado. Así, por ejemplo, Dahlke (2015) relaciona las infecciones con el hecho de estar sintiéndose invadido y no estar poniendo límites adecuados, el cáncer de próstata con la incorrecta utilización de este órgano, debido, en parte, al tabú occidental existente en torno a la sexualidad y las alergias con el rechazo de la polaridad agresiva, desplazándose la agresión hacia algo inicialmente inofensivo. Es decir, que Dahlke interpreta las enfermedades, en parte, como un síntoma del rechazo de alguna de nuestras polaridades.

Las polaridades gestálticas y su relación con la enfermedad

Entre los enfoques en Psicoterapia que contemplan la importancia de ambas dimensiones, encontramos, entre otros, la Gestalt. En terapia Gestalt, se presta especial atención a la experiencia corporal del paciente. Existen diversas técnicas que permiten establecer una comunicación con los síntomas, pero lo esencial no es la técnica en sí, sino la actitud subyacente de escucha y aceptación de las características y funciones del órgano afectado. Una de las gestaltistas que más ha estudiado este tema es Adriana Schnake, firme defensora del abordaje holístico de las enfermedades físicas (véase, por ejemplo, Schnake 2008). La idea esencial de las técnicas que propone es el establecimiento de una comunicación en primera persona entre el paciente y el síntoma. Generalmente, se establece un diálogo entre el paciente y el órgano afectado, en el que, frecuentemente, los pacientes acaban tomando conciencia de funciones y características del órgano que ellos mismos tienen pero rechazan. Es decir, que los síntomas físicos, frecuentemente indican la polaridad rechazada de la personalidad. Schnake (2008) ha observado que al dialogar con los órganos enfermos frecuentemente surgen polaridades rechazadas.

Así, Schnake (2008) menciona, por ejemplo, a una paciente que tiene varices dolorosas. Dice de esta paciente que “no acepta estar quieta, no puede permitir que nada ocurra sin su intervención. Todo tiene que ir en la dirección que ella determina”

(p. 85). Esta paciente rechazaba en sí misma la polaridad de la quietud, relajación y el dejar que la vida fluya. Sin embargo, “cuando logra aceptar ser como la vena que le mostramos, la vemos tendida, relajada y quieta […] ante su sorpresa, el dolor desaparece” (p. 86) Schnake (2008) lo explica de la siguiente manera: “Esas son las características que rechaza […] jamás pensó que podía tener en sí misma algo quieto, relajado, estable, con un camino trazado” (p.86). Este rechazo se manifiesta, entre otros, a nivel físico como un problema en la circulación sanguínea, provocándole varices dolorosas. Otra enfermedad que discute ampliamente es el cáncer (véase, por ejemplo, Schnake 2008). Relata el caso de un paciente afectado de cáncer pulmonar, en el que la polaridad rechazada es la dependencia y la pasividad, ambas características esenciales para el correcto funcionamiento de los pulmones (Schnake, 2008).

En el mismo libro, propone la necesidad de realizar un trabajo de diálogo con el órgano enfermo, similar a la silla vacía (véase, por ejemplo, Schnake 2007; Schnake, 2008). Describe esta técnica de la manera siguiente: “Identificamos qué duele […] Le explicamos a la persona que para entender algo del posible mensaje, necesitamos identificar al que se queja y situarlo fuera” (pp. 86, 87). Después se pide a la persona “que imagine en frente de ella a ese órgano que duele […] Ella tiene que ser con todo su cuerpo ese órgano […] Cambiamos de lugar a la persona y ahora tiene que ser ella misma hablándole a aquella parte de sí de la que se queja” (Schnake, 2008, p.87). Continúa Schnake (2008):

El terapeuta […] toma el sitio del órgano […] y se describe corrigiendo los errores que la persona cometió o agregando las cosas que no mencionó […] Volvemos a cambiar de asiento, para que sea de nuevo el órgano y chequear si incorporó las características que le aportamos […] Cuando la persona ha aceptado que el órgano o la parte que le habla es como se le dijo, intentamos establecer un verdadero diálogo […] preguntamos cómo es ella y cómo se parece a él (el órgano). (pp. 87-88)

A partir de ahí, se buscan las “palabras y analogías que permitan a la persona darse cuenta cuál es el aspecto, la característica de ese órgano que se le hace inaceptable […] buscando conectarla con ese aspecto y cómo alguna vez tener esa cualidad fue positivo” (p.89). Schnake (2007) defiende que el primer paso para la verdadera cura, que no se refiere exclusivamente a la cura de la enfermedad física, es “entender y vivenciar el verdadero mensaje de la enfermedad, y, desde ahí intentar que la persona se conecte con los aspectos negados o rechazados de sí misma” (p. 233). Para ello es necesario que la persona “logre sentir y vivenciar la característica más esencial de ese órgano y la que más combate” (p.235), ya que la mera comprensión intelectual, sin vivenciar la sensación descrita por el órgano no permite lograr verdaderos cambios (Schnake, 2007).

Aportaciones de la Psicoterapia Humanista Integrativa

Un trabajo similar al que se acaba de describir es el que propone Alicia Gadea (2015) en su técnica de reparentalización de órganos, variante de la técnica de reparentalización con muñecos. Se trata de una técnica basada en el trabajo de Adriana Schnake. La persona que presenta el síntoma físico busca una forma de representar el órgano afectado, por ejemplo un peluche, y el terapeuta propone la realización de un diálogo gestáltico con el órgano. La diferencia principal con la técnica de Schnake es que no es necesario que la persona aquejada represente el órgano afectado a través de su propia postura, sino que se elije un objeto externo en el que poder proyectar ese órgano interno. Se trata de un efectivo método para reducir “el conflicto fóbico” que puede provocar la “evitación del contacto” con el órgano, fenómeno observado por Alicia Gadea en el primer caso que relata (Gadea, 2015). Otra ventaja es que el paciente puede ir modificando y desarrollando el objeto que ha elegido para representar el órgano afectado a lo largo del proceso (Gadea, 2015). Es decir, que esta aproximación favorece una integración y aceptación más progresiva del órgano y de las características rechazadas por la persona.

Una de las aportaciones esenciales de la Psicoterapia Humanista Integrativa a la Psicoterapia en general y al trabajo con los síntomas en particular, es la actitud de respeto, confianza, amor incondicional y protección del paciente. Gracias a una relación terapéutica basada en estas cualidades, se reduce la probabilidad de que se produzca el conflicto fóbico antes mencionado y, en caso de producirse, resulta más sencillo gestionarlo y superarlo.

MÉTODO

Experiencia como psicoterapeuta: dos personas con quejas físicas

A continuación relataré mi experiencia como psicoterapeuta con dos pacientes. Ambas pacientes son mujeres, de 26 y 23 años. En ambos casos, el trabajo que hemos realizado no se limita al trabajo con el cuerpo, sino que éste ha ido surgiendo a lo largo de diferentes sesiones de manera más o menos directa.

L, 26 años

Se trata de una mujer de 26 años que, a lo largo de los últimos años, se ha sometido a varias intervenciones quirúrgicas. A lo largo de todo el proceso terapéutico, los síntomas físicos han sido un aspecto muy importante. He podido observar que los síntomas físicos frecuentemente aparecían en momentos vitales emocionalmente intensos en los que la gestión emocional estaba resultando inadecuada. También aumentaban en estos momentos emocionalmente intensos las conductas nocivas para su cuerpo. A continuación resumiré algunas técnicas de trabajo con los síntomas corporales.

  1. Mindfulness (body-scan): en una de las sesiones con L., le enseñé un ejercicio para fomentar la conciencia corporal y el contacto con el aquí y ahora. Se trata del body-scan, un ejercicio en el que se va llevando la atención a las diferentes partes del cuerpo hasta completar el recorrido. Al aplicar esta técnica en su casa, emergió el conflicto fóbico al contactar con aquella zona que estaba dando problemas en ese momento. Una posible solución hubiera sido representar o visualizar el órgano fuera de sí misma, ya que esta proyección en un objeto externo permite reducir el miedo al contacto.
  1. Diálogo con el órgano afectado: varias sesiones después, otro órgano empezó a mostrar síntomas. Propuse a L. realizar un diálogo con ese órgano, cambiando de silla para hablar desde el órgano y desde ella misma alternativamente. Mi función se limitó a transmitir el permiso de expresar todo lo que necesitara y a recalcarle a cada parte aquellos puntos del discurso de la otra parte que parecían más relevantes. Este diálogo llevó a L. a contactar con la emoción principal que no estaba siendo adecuadamente gestionada, la rabia.
  2. Visualización: en la siguiente sesión persistían los síntomas y había aumentado el miedo. Por ello, le propuse realizar una visualización del órgano afectado en la que le transmitió que lo quería, que quiere que siga formando parte de ella y que se va a ocupar de cuidarlo para que no necesite enfermar. Esta visualización buscaba empoderar un estado del yo Padre Nutritivo Positivo interno al que poder recurrir cuando lo necesite.

M, 23 años

En este caso, se trata de una mujer de 23 años. Los problemas a nivel físico no han sido tratados a nivel médico, pero han sido relevantes en varias ocasiones del proceso terapéutico. Entre ellos encontramos: palpitaciones, temblor de la voz y de las manos, molestias intestinales, etc. Todos estos síntomas estaban asociados a una intensa ansiedad que aparecía en los momentos de desempeño en público y de interacción social en general. A ellos se unían pensamientos fuertemente autocríticos y autodestructivos. La emoción que la paciente asociaba con la aparición de estos síntomas es el miedo. Al igual que en el caso anterior, resumiré algunos trabajos terapéuticos con los síntomas:

  1. Recopilación de información sobre los síntomas: el primer paso antes de iniciar cualquier técnica ha consistido en identificar los síntomas, su intensidad, duración, contexto de aparición, así como los pensamientos y emociones asociadas.
  2. Entrevista al síntoma: tras identificar conjuntamente que una de sus molestias principales cuando se sentía ansiosa consistía en tener las manos temblorosas, sudorosas y con la sensación de necesitar ocultarlas, consideré importante escuchar lo que esas manos podían estar tratando de comunicar. El trabajo fue muy esclarecedor tanto para la paciente como para mi, ya que pudimos tener una visión detallada de la fenomenología de estos síntomas y, a la paciente, le facilitó un darse cuenta de aspectos importantes de sí misma que las manos estaban comunicándole, empezando a ver a sus manos como aliadas y no exclusivamente como molestas delatoras de su ansiedad. Hablar como si fuera sus manos requirió cierta adaptación, ya que surgía la tendencia a evitar el contacto, pero finalmente pudo responder a mis preguntas como si fuera las manos y lo valoró como altamente beneficioso. Las manos, que al principio de la sesión reflejaban cierta tensión, habían estado acompañando espontáneamente lo que expresaba la paciente a lo largo del ejercicio. Al finalizar el ejercicio M. sentía sus manos relajadas y la ansiedad había ido disminuyendo a lo largo de todo el ejercicio, no estando presente al finalizar el ejercicio.
  1. Ancla: basándome  en  las  aportaciones  de  Babette  Rothschild (2015) en su libro “El cuerpo recuerda”, he propuesto a M. recordar algún lugar o persona que, al evocarlo, produzca una reducción de la sobreactivación simpática. En este libro, se defiende la importancia de que el proceso terapéutico transcurra a un ritmo en el que las sensaciones físicas estén dentro del umbral de tolerancia de la persona, de manera que la elaboración del material doloroso no resulte retraumatizante. Visualizar un objeto asociado a sensaciones físicas placenteras, ya sea una persona, un lugar o cualquier otro elemento resulta muy útil en los momentos en los que la intensidad emocional sobrepasa el umbral de tolerancia. No obstante, al producirse esta intervención en una de las últimas sesiones, no he podido contrastar si la experiencia ha resultado beneficiosa para ella.

Otras formas de emplear el cuerpo como recurso terapéutico

En la línea de la última técnica descrita, es posible usar el propio cuerpo como ancla, a través del desarrollo de la conciencia corporal. A través de la toma de conciencia del estado del cuerpo en el momento presente, el paciente se puede anclar en el aquí y ahora, evitando la intrusión de memorias traumáticas (Rothschild, 2015). La estrategia siguiente permite fomentar la conciencia corporal: “se trata de hacer preguntas sobre el estado del cuerpo, en tiempo presente y a un ritmo bastante rápido, con el objetivo de mantener al cliente en el aquí y ahora” (Rothschild, 2015, p.161).

Así mismo, Rothschild (2015) defiende que el cuerpo puede resultar un calibrador extremadamente útil para valorar si el ritmo de la terapia está siendo adecuado: “Monitorear las sensaciones corporales del cliente, particularmente aquellas que indican el estado del sistema nervioso autónomo, provee una guía fiable sobre el ritmo de la terapia” (p.162). Esta idea de Rothschild es complementaria a la de Alicia Gadea cuando propone manejar el miedo al contacto con el órgano a través de una representación externa (Gadea, 2015). En ambos casos se considera que cuando se produce este miedo y es observado por el terapeuta, es un indicio importante de que para el paciente el ritmo de la terapia puede estar siendo demasiado acelerado. Tanto el método que propone Rothschild como el que propone Gadea para gestionar este miedo y ajustar el ritmo de la terapia, parecen tener un impacto terapéutico en el paciente.

Mi experiencia como paciente

Además de mi experiencia como terapeuta, mi experiencia como paciente apoya la idea de que el trabajo terapéutico en el que se presta atención al cuerpo tiene consecuencias positivas en la salud física. Los catarros y dolores de garganta que tendía a sufrir con relativa frecuencia prácticamente han desaparecido. Antes de comenzar mi proceso terapéutico tendía a coger múltiples resfriados al año, acompañados generalmente de dolores de garganta, especialmente en otoño e invierno. Después de llevar un tiempo en terapia prácticamente no he vuelto a experimentar estos síntomas. Cuando aparece algún inicio de catarro generalmente dura menos y es menos intenso que antes de estar en terapia.

Los dolores de cabeza, la taquicardia y las palpitaciones que tendía a experimentar cuando me sentía ansioso también han desaparecido. En relación con la ansiedad, me siento significativamente más relajado, tanto a nivel cognitivo como a nivel emocional y corporal. El desarrollo de mi capacidad para aceptar aquello que no está bajo mi control y para poner límites saludables se ha reflejado en estos tres niveles. A nivel corporal, en concreto, siento menor rigidez, menor frecuencia de aparición de contracturas musculares, mayor espontaneidad y una respiración más fluida.

Por último, los síntomas respiratorios y cutáneos de diferentes alergias se han reducido muy significativamente, siendo significativamente menor su frecuencia de aparición, su intensidad y su duración.

DISCUSIÓN

El propósito del presente trabajo era ampliar la visión que se tiene del ser humano en Psicoterapia y en las disciplinas que se dedican a la Salud en general, la cual en la teoría y práctica de numerosos profesionales está focalizada en alguno de los niveles de funcionamiento de la persona, no valorando la totalidad organísmica que realmente es. Tanto las observaciones de multitud de terapeutas de diferentes corrientes como aquellas que he realizado en mis prácticas como psicoterapeuta, así como los cambios que he experimentado a nivel corporal a lo largo de mi propio proceso terapéutico, apoyan la hipótesis de la existencia de una estrecha relación entre lo mental y lo físico.

Los resultados que he observado con mis pacientes, así como mi propia experiencia como paciente, son congruentes con los enfoques que conforman la Psicoterapia Humanista Integrativa. Resulta, por tanto, imprescindible continuar investigando esta relación y teniéndola presente en la práctica psicoterapéutica, con el objetivo de que el proceso no esté polarizado hacia una dimensión de la persona, sino que sea un proceso integrador, en el que se valore y preste atención a todos los niveles del funcionamiento del organismo.

En mi experiencia como psicoterapeuta he tratado de mantener este enfoque holísitco, abierto a escuchar y profundizar en todo aquello que los pacientes generosamente decidían compartir conmigo.

En el presente trabajo he descrito lo que he podido observar en mi práctica en relación con la influencia de lo psicológico en los síntomas físicos, a partir de mis prácticas con dos pacientes. Basándome en las aportaciones y trabajos de otros terapeutas de diferentes corrientes he tratado de fomentar en los pacientes la conciencia corporal y la escucha de los mensajes del cuerpo, creando un espacio durante las sesiones en el que poder conectar con su cuerpo y comunicarse con él, invitándoles a desarrollar este hábito tanto dentro como fuera de las sesiones. En los dos casos descritos, el trabajo con el cuerpo ha favorecido la toma de conciencia y el contacto con aspectos importantes de la historia personal. A través del contacto con el cuerpo y la escucha de sus mensajes, las pacientes han podido ampliar su autoconocimiento, dándose cuenta de aspectos olvidados o rechazados. Esto ha contribuido a una mayor conciencia de sus necesidades. Además, ha resultado muy interesante fomentar la conciencia del cuerpo no sólo como una fuente de información para el autoconocimiento, sino también como recurso para regular las emociones.

Uno de los aspectos que ha resultado crucial para que se pudiera realizar este trabajo ha sido la existencia de una buena relación terapéutica. En las ocasiones en las que se ha producido miedo y evitación del contacto con el cuerpo, habría resultado útil trabajar de manera proyectiva ya que en otras sesiones esto ha permitido contactar con el órgano afectado a pesar del miedo. Es decir que, a través de una representación externa o visualizada del órgano, probablemente se hubiera podido continuar profundizando en el contacto. No obstante, cuando ha surgido este conflicto fóbico ha sido una fuente valiosa de información y ha servido para ajustar el ritmo que resultaba adecuado para las pacientes.

En cuanto a mi experiencia como paciente, considero los cambios que se han producido en mi salud física como una manifestación de una mejor salud organísmica general. Desde el punto de vista del análisis transaccional, estos cambios se podrían ver como el resultado de la toma de nuevas decisiones (redecisión) y de una frecuencia mayor de realización de conductas de autocuidado y autoprotección (gracias al reparentamiento y el autoreparentamiento). El desarrollo de una capacidad de gestión emocional más saludable, debido, entre otros, al desarrollo de una mayor conciencia del guión y de sus manifestaciones en el aquí y ahora y también debido a una mayor confianza en la sabiduría corporal , parecen haber tenido un impacto muy positivo en mi salud general. En concreto, haría una mención especial de los siguientes trabajos terapéuticos, por considerarlos especialmente relevantes para el desarrollo de esta capacidad de gestión emocional más saludable:

  • Trabajos centrados en el darse cuenta: todo aquello que dentro y fuera de la sesión ha contribuido a un mayor autoconocimiento y a una mayor conciencia del aquí y ahora, de mi guión y de los juegos psicológicos (mindfulness y otros tipos de meditación, estiramientos conscientes, ejercicios gestálticos de contacto interno y externo, visualizaciones, análisis estructural, funcional y de juegos). Estos trabajos han contribuido a una mayor conciencia de mis necesidades y la consecuente realización más frecuente de conductas de autocuidado (gracias al reparentamiento y el autoreparentamiento), ha contribuido a una mejor salud.
  • Trabajos centrados en la conexión y liberación emocional: entre los que incluyo todos los ejercicios para conectar con y expresar la rabia, la tristeza y el miedo, ya sea en el contexto de algún duelo en particular o durante el proceso terapéutico en general (losa, bate, golpear un futón con los puños, reconfortamiento, escribir con la mano izquierda, técnicas proyectivas).
  • Trabajos centrados en la integración: diálogo gestáltico con polaridades, ejercicios para el cierre del duelo, cristalización de la experiencia después de cada ejercicio y también el reconfortamiento (ya que durante el reconfortamiento considero que se produce una integración sentida a nivel corporal y la vuelta a un estado de calma y estabilidad que favorecen la integración).

En definitiva, los trabajos que he mencionado son ejemplos que han cumplido los pasos que en mi experiencia resultan más relevantes para que una experiencia resulte terapéutica: en primer lugar es importante conectarse con lo que se está sintiendo aquí y ahora. Una vez identificado, se favorece una conexión más profunda (y en algunos casos liberación emocional) y, posteriormente se integra lo vivido en un todo coherente. Con respecto a la liberación emocional considero que en mi caso, la mayor parte de las veces, ha resultado terapéutica, pero me parece esencial tener en cuenta las aportaciones de los autores que defienden que la catarsis no siempre es necesaria ni terapéutica. En este sentido, defiendo plenamente la actitud de respetar la necesidad de cada momento del paciente. Igualmente, no considero que la decisión de no conectar profundamente con la emoción o de no expresarla de manera catártica, deba ser interpretada como una resistencia o un bloqueo en la resolución del problema. Resulta más productiva y terapéutica, en mi experiencia, una actitud en la que el ritmo y las intervenciones que hagamos estén al servicio de la necesidad del paciente, pues es quien mejor se conoce. Esto no significa que no debamos proponer ejercicios cuando consideremos que pueden beneficiar al paciente, pero debe ser éste quien lleve el mando en todo momento (salvo excepciones en las que exista un peligro para el paciente, el terapeuta o el proceso), mientras que nosotros le acompañamos. El último paso, la integración, es un paso fundamental, pues, en mi experiencia, permite revisar lo vivido, asimilarlo y acomodarlo, de tal manera que quede registrado como un recuerdo al que podemos acceder y narrar, pero que no nos invade de manera inconsciente sacándonos del momento presente. En relación con esto último me gustaría rescatar las ideas de Mario Salvador en relación con el tratamiento del trauma. Salvador (2016) afirma que la disociación, que frecuentemente acompaña al trauma, es precisamente un fracaso en la integración de todos los elementos de la experiencia, lo que requiere como tratamiento un trabajo de asociación que facilite esta integración. En mi opinión esta idea es válida en cualquier proceso de psicoterapia. De ahí el énfasis que hace la Psicoterapia Humanista Integrativa en un cierre de los ejercicios concretos y de las sesiones que permita al paciente repasar lo vivido y acomodarlo en su memoria, de tal manera que no interfiera en el funcionamiento en su día a día.

Por último, considero que el grupo aporta un rango de posibilidades de experiencias terapéuticas que no debemos menospreciar. En mi caso, el grupo ha sido un elemento clave en el desarrollo de un contacto externo e interno más saludable, lo cual se ha reflejado también a nivel corporal. Esta observación me parece coherente con la idea de que los problemas psicológicos se desarrollan a partir de experiencias relacionales en las que no se han visto satisfechas las necesidades, especialmente las experiencias infantiles con las figuras de apego principales.

La capacidad de autocuidado, por su parte, está estrechamente relacionada con el hecho de si en esas experiencias tempranas hemos sido adecuadamente cuidados por nuestros cuidadores. El grupo brinda la posibilidad de establecer relaciones reparadoras (o reparentalizadoras), lo cual, a su vez facilita que nos tratemos de forma más saludable (autoreparentalización).

CONCLUSIÓN

A lo largo de este trabajo se ha defendido la importancia de considerar al ser humano como un organismo vivo extremadamente complejo. Esta complejidad implica que todas las dimensiones que lo conforman deben ser atendidas en Psicoterapia si nuestro objetivo es favorecer un auténtico autoconocimiento, crecimiento personal y cura. En este artículo, se ha prestado especial atención a una de estas dimensiones: el cuerpo. Esta decisión no pretende favorecer una polarización hacia un tratamiento centrado exclusiva o fundamentalmente en el cuerpo. Se trata precisamente de contrarrestar esta tendencia de atomizar aquello con lo que nos estamos relacionando, poniendo el foco en una dimensión frecuentemente olvidada en Psicoterapia por considerarla responsabilidad de la Medicina. Aunque esta manera de proceder pueda resultar útil a la hora de crear un mapa que nos oriente, no debemos olvidar que el ser humano es un sistema altamente complejo, que seguimos sin comprender en su totalidad. Nuestra ansia de control puede estar detrás de esta atomización de los fenómenos que tratamos de comprender. Sin embargo, la realidad en Psicoterapia es que cada paciente es diferente y lo que resulta beneficioso para uno, no necesariamente lo es para otro. Por esta razón, considero que en lugar de buscar verdades absolutas, relaciones de causalidad inequívocas y recetas universales, resulta más práctico abordar todos los aspectos que influyen en el bienestar de la persona. Independientemente de la explicación que se le de a la aparición y remisión de los síntomas físicos, tanto las observaciones de otros psicoterapeutas (y otros profesionales de la salud) como las que he podido realizar como psicoterapeuta y como paciente, apoyan la idea de que la Psicoterapia favorece la salud en general, tanto mental como física. Sea cual sea el enfoque del que partamos y las técnicas que empleemos, considero que debemos ser conscientes que ninguno de esos dos elementos es el que determina el éxito en la terapia, así como de la importancia de la dimensión corporal. En esta línea, estoy convencido de que todo organismo vivo tiende hacia la salud, por lo que en lugar de tener la necesidad de que el paciente se cure y de tener prisa en curarlo (lo cual implicaría estar más pendientes de nuestra propia necesidad), deberíamos confiar en esta tendencia natural y centrarnos en establecer una relación sana y protectora y crear un espacio en el que el paciente se sienta seguro para recorrer su propio camino hacia la curación.

REFERENCIAS

Dethlefsen, T. y Dahlke, R. (1989). Krankheit als Weg. Munich: Editorial Goldmann/Arkana

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Christian Payá

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