Cuando la realidad golpea duro

01/04/2011

jose zurita

José Zurita

Hola a tod@s:

Este mes de marzo que ha acabado nos ha tenido con el corazón en un puño, pendientes de los informativos y nuestras emociones comprometidas.

A la ola de levantamientos del Norte de África se sumó el terrible terremoto de Japón y el posterior tsunami tan extraordinariamente destructor. Aún así todo esto quedó eclipsado por el pánico nuclear que siguió y del que todavía nos estamos empezando a dar cuenta de las consecuencias que nos traerá para nuestro futuro.

Ante tanta desgracia que estamos sufriendo en el presente, viendo tal cantidad de personas que lo han perdido todo, otras que están en una guerra injusta y desequilibrada, reflexiono sobre las cualidades o capacidades humanas (y pienso en unas cuantas) que debe tener un psicoterapeuta humanista integrativo que le permita sintonizar con aquellos que sufren. Voy a reseñar alguna de ellas.

Lo primero que aparece en mi cabeza es la compasión y cómo, a veces, se entienden conceptos distintos ante esta palabra. Me voy a la Wikipedia y esto es lo que dice: “La compasión (del latín cumpassio, calco semántico o traducción del vocablo griego ????????? (sympathia), palabra compuesta de ??? ????? + = ????????,, literalmente «sufrir juntos», «tratar con emociones …», simpatía) es una emoción humana que se manifiesta a partir del sufrimiento de otro ser. Más intensa que la empatía, la compasión describe el entendimiento del estado emocional de otro, y es con frecuencia combinada con un deseo de aliviar o reducir su sufrimiento.” Esta me parece tan buena definición que casi no hace falta añadir comentarios. Sólo recalcar ese entendimiento de la emoción del otro como algo trascendental para poder ayudarle de corazón, y la aclaración de que ese entendimiento no significa necesariamente estar de acuerdo, tan solo entenderle.

La solidaridad, como sensibilidad importante de la persona, nos lleva a la conexión con el otro, es decir, la necesidad de que el terapeuta esté incluido en la red social. Ser capaz de conmoverse con el dolor ajeno y no mostrarse impasible, sino actuar.

Cuando un paciente que sufre llega a terapia necesita, para reducir su dolor, que aquel a quien acude buscando ayuda tenga la capacidad de establecer un apego que le permita sentirse acogido y sentir que se hace cargo de su angustia.

Llamamos Presencia vincular a la capacidad del terapeuta de estar presente ante el paciente, dentro de un vínculo terapéutico sólido, respetuoso y protector que permita un proceso sanador profundo. En los momentos de mayor sufrimiento, el paciente que acude a terapia necesita de esa presencia que le ofrezca un soporte estable y afectivo, para gestionar, elaborar y canalizar su dolor hacia el exterior. Para poder proporcionar esta presencia vincular, el terapeuta debe tener realizado su propio proceso terapéutico y mostrarse sólido, fuerte y seguro ante los acontecimientos que se suceden en una situación de desgracia como las que aquí estamos comentando.

Algo que parece obvio y que tiene una importancia crucial es la necesidad de que el terapeuta esté informado, que esté en la realidad y que siga los acontecimientos de la vida. Por poner un ejemplo, cuando un paciente llega con una angustia alta por lo que está pasando en Japón, no puede darse el caso de que el terapeuta no esté informado de las noticias más importantes del presente.

Y para terminar, algo trascendental para generar una buena relación terapéutica como es la capacidad de generar confianza que debe tener un terapeuta. Para ello, la honestidad personal será la base a la que habrá que añadir otros elementos también importantes para asegurar la relación. Sinceridad con el paciente y consigo mismo, coherencia entre lo que dice y lo que hace. Estabilidad en sus opiniones, en sus actos y en sus sentimientos. Respeto hacia sí mismo, hacia los otros y hacia el mundo. Cuidado en los detalles para que el entorno terapéutico sea fiable y protector. Transmisión de una seguridad en sí mismo real y no fingida. Consciencia de sus propios límites y capacidad para darse cuenta de sus errores y, una vez detectados, afrontarlos de cara, pidiendo perdón y reparando la herida en la medida de lo posible. Y, para no hacer esto interminable, cerraré esta lista con la capacidad de confiar en el otro y de trasmitírselo, ya que generalmente el paciente necesita vencer un aprendizaje plagado de situaciones en las que la vida le llevó a no confiar.

Espero que os guste el BONDING de este mes y lo difundáis entre vuestros amigos y colegas (animarles a suscribirse y así les llegará cada mes), ya sabéis que estamos permanentemente en www.bonding.es.

Un abrazo para tod@s,

José Zurita

 

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